lunes, 10 de febrero de 2014

LOS ESCRIBANOS DE CARACAS

 En toda jornada de conquista iba un escribano. Su labor era imprescindible para dejar testimonio escrito al gobernador y a las autoridades metropolitanas de los actos del capitán a cargo de la tarea y un sinfín de otros actos que requerían dejar constancia oficial avalada de su firma y signo. Hacía de secretario legal del capitán poblador y notario y registrador real para cualquier petición o información de parte.
La fundación de Santiago de León de Caracas se hizo bajo los protocolos levantados por Alonso de Ortíz, escribano "de la armada". Él hizo el documento llamado "Acta de Fundación", que en realidad era un documento manuscrito de testimonio protocolar formal, describiendo -en su calidad de escribano a cargo- cómo era testigo y testificaba la fundación formal de la ciudad, que le daba legalidad como ente jurídico a ese asentamiento hispano recién poblado. Este documento era agregado a otros que se hicieron simultáneamente, como eran la Data de Vecinos que habitarían inicialmente como Primeros Pobladores, el Registro de Encomiendas que se le asignaba a cada vecino poblador, y el protocolo de la erección del primer cabildo, o cabildo fundacional, organismo sin el cual el asentamiento no pasaba de ser un real o guarnición sin raiz ni jurisdicción civil ni territorial sobre la provincia en la cual se asentaba. Todo este legajo de protocolos o "autos" se guardaba así, en el cabildo, para su uso legal en representaciones y peticiones posteriores de la ciudad ante gobernadores y cuerpos burocráticos metropolitanos. Una o más copias de lo actuado se enviaba al gobernador, en este caso a Ponce de León, para que de ellas hiciera muestra y uso en sus informes al rey.
Alonso Ortiz Casó con Leonor López. Hija suya Leonor Ortíz, casada con Esteban de Marmolejo. Un Gabriel de Ortíz puede haber sido también hijo suyo. vivió en Conde sureste, en solar otorgado por el capitán poblador y le fueron dadas tierras de labor y cultivo al oeste del valle, en lo que luego sería la hacienda Montalbán. Por mencionado en ciertas declaraciones, hay sospecha que murió por mano de indio o india de servicio, envenenado con hierbas, en fecha indeterminada, aunque vivía aún en 1574. En 1573 se le menciona como regidor "por Su Majestad". 
Esteban de Marmolejo, su yerno, también vivió en el solar de su suegro a la muerte de este: "... al tiempo que contraje matrimonio con la dicha Leonor Ortiz recibí en dote y se me dio una encomienda y repartimiento de indios y un solar en esta ciudad, por Alonso Ortiz y Leonor López, mis suegros, y no recibí ni me dieron otros bienes, ... la mitad del sitio de Caricuao ...". Poseía un molino de trigo en las afueras de la ciudad, por la actual esquina de Guanábano,al norte de Caracas, camino a la mar. Juan Queipo de Aibar casó con hija de Marmolejo y siguió viviendo en dicho solar y sembrando trigo en Montalbán.
Otro célebre escribano de los primeros tiempos de Santiago de León fue Alonso García Pineda, quien ejerce de escribano del gobernador Osorio durante el período en que se regularizaron las tierras concedidas al inicio de la ciudad, ordenándose y registrándose debidamente los títulos de estancias, encomiendas, solares y otras propiedades. Pasaron por sus manos todos los títulos y fue uno de los que vio y tuvo en sus manos el documento original de fundación de la ciudad, guardado en los libros de actas del cabildo. Nace hacia 1562 según su declaración en 1598 "de más de 35 años". Casó con Catalina de Arteaga hacia 1591, viuda de Melchor de San Juan, contador interino. Aunque Catalina de Arteaga tuvo hijos con Melchor de San Juan, con García Pineda no tuvo descendencia conocida. Una hija de Catalina de Arteaga y Melchor de San Juan, María de Arteaga o María de San Juan, casó con el otro célebre escribano Juan Luis de Antequera.
Pineda Vino durante el mandato del gobernador Pimentel (1577-1583). Su título de escribano lo consiguió por remate de este oficio en Sto. Domingo en 1588, como mejor postor, y le fue aprobado por la Real Audiencia de Santo Domingo "por haberle comprado a Su Majestad". De los fundadores de San Sebastián de los Reyes en 1585 y escribano de su acta de fundación. En 1589 se le registran 3 indios de servicio doméstico. Entre sus indios encomendados figuraba un Carapaica, "de mas de cinquenta y cinco años, con Francisca su mujer ...", y un Bartolomé Baruta, de mas de cinquenta años, y su mujer María ...". Tenía encomienda nacida de su actividad fundadora en San Sebastián y otras obtenidas por dejaciones, las cuales compuso con el gobernador Alonso Suárez del Castillo, pagando 75 ps. de oro fino en 1602. De extensa figuración como escribano en Caracas. Hombre de recursos, benefactor de la Iglesia, se registra ampliamente en documentos de compra-venta de casas y terrenos. Su solar de habitación se ubicaría posteriormente en Madrices noreste, con dos casas en su solar. Al final de su vida era notario eclesiástico del obispo, Vivió hasta 1635.
El solar de habitación de García Pineda se ubicaba en Madrices noreste, comprado hacia 1597 a Pablo Jiménez, quien a su vez lo recibe nominalmente como parte de la dote de su mujer Agueda de Bonilla, hija de Baltasar Muñoz, quien vivía en el solar inmediato al norte, en Ibarras sureste.


Juan Luis de Antequera fue otro destacado escribano de la primera mitad del s. XVII. Era yerno de la mujer de Alonso García Pineda. Su mujer, María de San Juan y Arteaga, era hija de Melchor de San Juan , conquistador de San Sebastián de los Reyes, venido de Coro, donde había casado con Catalina de Arteaga, hija mestiza del conquistador Martín de Arteaga. De los primeros pobladores de San Sebastián de los Reyes en 1585. En 1589 se hallaba ya en Caracas y testimonia en la probanza de méritos de Simón de Bolívar, el viejo. Fue tesorero real hacia 1589, siendo francisco de Vides contador. María de San Juan, su hija, casó con Juan Luis de Antequera, escribano real y escribano mayor de gobernación con quien procrearon entre otros a Estefanía de San Juan. En un alegato en 1652 Juan Luis de Antequera decía que su hijo, Pedro de Arteaga era nieto "del valiente capitán Martín de Arteaga Ibáñez de Rentería y del capitán Melchor Martínez de San Juan, de los primeros descubridores de esta provincia (alude a Martín de Arteaga por la de Caracas y a San Sebastián por Melchor de San Juan), pobladores y conquistadores de esta provincia, de sus ciudades, villas y lugares, a donde además de ello sirvieron al rey nuestro señor con oficios y cargos honrosos y preeminentes de tenientes generales y particulares, alcaldes ordinarios, capitánes de infantería, jueces oficiales de la real hacienda de Su Magestad y otros muchos de que dieron buena cuenta a satisfacción de sus vecinos. Con mucha loa en agradecimiento de sus buenas gobernaciones ...".

Algunos escribanos pasaron a la historia por hechos violentos. Pablo de Ponte, escribano del cabildo y de puertos, naos y registros, muere en la cárcel, preso por el gobernador Diego Gil de la Sierpe, mientras se averiguaban sus cohechos y corruptelas. Al parecer, fue la causa un síncope, por su extrema obesidad, mas el ser hijo de un connotado prohombre de la ciudad como lo era Tomás de Ponte, y parte de su cerrado círculo de élite, lleva a los mantuanos escandalizados de su muerte a deponer a Gil de La Sierpe, quien es juzgado y enviado al real consejo de Indias, y finalmente a Orán, a servir sin sueldo.
Todos los escribanos en propiedad, como representantes del rey, tenían asignado un signo caligráfico exclusivo y personalizado, aprobado por el rey, que hacían con su pluma al final del documento, entre las palabras de la leyenda EN TESTIMONIO DE VERDAD, y luego su firma. Una de las cosas más gratas de ver, en un antiguo documento manuscrito de esos siglos, es el signo del escribano, que adorna y rubrica al final el documento. En las imágenes, algunos signos de escribanos que fueron vecinos de Santiago de León de Caracas en los s. XVI y XVII. 
Tomado de nuestro Facebook

domingo, 9 de febrero de 2014

EL TEMPLO DE SAN FRANCISCO

La orden de San Francisco estuvo muy activa en Indias desde el inicio de la conquista y población del continente. El mestizo capitán Francisco Fajardo llamó al valle de los toromaimas San Francisco. A la recién fundada Caracas llegó un grupo de monjes hacia 1576, encabezados por fray Francisco de Arta, con intención de fundar convento e iglesia, con aprobación del Cabildo y vecinos, y alegría general. En 1593 en una información, Bartolomé Mexía de la Canal, cura, dice: " ... que sabe este testigo y ha visto que ha tiempo de diez y siete años, poco mas o menos, que hay en esta ciudad convento del seráfico señor San Francisco ...".

Aunque el templo de San Francisco ha estado planeado y construido en la esquina de su nombre desde 1581, pocos saben que el primer convento de San Francisco se erigió originalmente en la esquina de Camejo noroeste. El célebre plano de Pimentel -que algunos datan con la misma fecha que el Informe con el que iba acompañado, que es de 1578-, fue dibujado en realidad algo posteriormente, al menos de 1580 o 1581, y allí aparece ya señalado el nombre de S. Francisco ocupando todo el espacio de la cuadra, para ubicar en algun solar de ella la iglesia y convento, que al final vino a quedar en la actual esquina de San Francisco. Por lo que debe entenderse que hacia 1581 el solar definitivo de San Francisco ya había sido asignado por el cabildo a su actual emplazamiento.


Mas, antes de dicha fecha -esto es, desde 1576 hasta 1581-, el convento desde su fundación se ubicó en la esquina de Camejo noroeste. De alguna manera este solar de Camejo les pareció inconveniente a los franciscanos, o demasiado alejado o por cualquier otra razón, y entonces se mudan al solar de San Francisco actual, que posiblemente era de Francisco de Rebolledo, quien quizás lo había recibido como dote de matrimonio de su mujer, por parte de su suegro Francisco Maldonado de Armendáriz. Francisco  de Rebolledo está  registrado que casó en 1580. 
El intercambio de solar se hizo, el suyo en San Francisco por otros tres baldíos a cambio, en la cuadra de Sociedad a Traposos, y en fechas posteriores aparece Rebolledo o su mujer, María de Armendáriz, dueños de tres solares en dicha cuadra. Así, María Maldonado de Armendáriz alegaba en 1623 ante el cabildo: "Doña María de Armendáriz, viuda de Francisco de Rebolledo, difunto, parezco ante vuesas mercedes y digo que: Al dicho mi marido se le hizo merced de tres (3) solares que tengo en la cuadra [en] que al presente están las casas de mi morada, por el sitio que dio en trueque de esto para el convento de San Francisco; y porque por mis necesidades notorias no tengo poblado ni cercado uno de los dichos tres, y está mandado se haga, pena de que se proveerán en otras personas los tales solares, ... se me prorroguen un año más ... se me confirme el dicho solar, o en caso necesario se me haga merced de nuevo ...".

La construcción del convento y templo en el nuevo sitio estuvo a cargo de Ruiz Ullán, quien casualmente vivía al norte de la esquina de Camejo, en Sociedad suroeste. Ambos solares serán comprados a Ruiz Ullán y a los franciscanos por Tomás de Ponte en 1597, quien los habita en adelante. Según la declaración de Alonso García Pineda en 1627: "... que estaba fundado [el convento] en las casas donde viven los herederos de Tomás de Ponte ...". Bartolomé de La Canal como testigo en una información promovida en 1593 para solicitar fondos reales para terminar el convento de San Francisco, respondía así una pregunta: "... a la segunda pregunta dixo: Que este testigo sabe y ha visto que, despues quel convento se mudó a la parte donde agora está, el cual mudó el comisario fray Alonso de las Casas, ...". 
En una nota al pie de página, sobre esta respuesta, Lino Gómez Canedo dice: "Esta declaración de testigo tan calificado como el párroco de la ciudad, contemporáneo del hecho que atestigua, echa por tierra la creencia -que fue tradicional- de que el convento de San Francisco había estado siempre en el lugar que hoy ocupa." Sobre el comisario general de la orden franciscana con sede en Sto. Domingo, fray Alonso de las Casas, en una información en 1581 en aquella ciudad, se le acusaba: "... del dicho comisario y del dicho vicario, por ser como son hombres que han estado y vivido en el Perú, amigos de alborotos y alborotadores ...".

El maestro alarife Antonio Ruiz Ullán fue el encargado de elaborar el plano y calcular el costo de la obra de la iglesia de San Francisco, que son los mostrados en este artículo. Nace Ruiz Ullán hacia 1549, según su testimonio en algunas informaciones. Natural de Sevilla, hijo de Juan Ruiz Ullán y Juana de Torre. Casó con Mariana de Aguilar y estuvo activo en Caracas hasta 1600, fecha de la culminación del templo. Las obras de la iglesia se retrasaron por falta de fondos y otras causas hasta que se reinician en firme hacia 1593. Hacia 1600 el templo estaba terminado según los planos de Ruiz Ullán y era para entonces la mayor iglesia de la ciudad, superior en construcción y altura a la misma iglesia mayor frente a la plaza. Su fachada presenta la particularidad de no tener campanario, sino una espadaña frontal de dos órdenes donde se dispusieron las campanas (ver plano).
Otro participante notable en la construcción del primer templo de San Francisco fue el maestro carpintero Diego Alonso Matamoros. Nace hacia 1553. Casó con Magdalena Ordóñez "hija natural que soy del capitán Juan Maldonado", quien testó en 1627. En una información en marzo de 1593 declaraba Alonso: "... este testigo ha ocho (8) años, o cerca de nueve, que vino a esta ciudad …". En 1631 da declaraciones a favor de Pedro Vélez de Guevara y declaró ser de mas de 82 años. Tuvo a su cargo el techado y enmaderado del convento de San Francisco y su retablo. Su sobrino Diego Alonso, el mozo, también carpintero, hijo de Pedro Díaz, es a veces confundido como hijo suyo.
Tomás de Ponte, como síndico del convento de San Francisco, impulsó grandemente la terminación de la iglesia según los planos de Ruiz Ullán. Su tumba se hallaba hasta 1620 ubicada "en depósito" en la capilla mayor de esa iglesia, desde donde se trasladaron sus huesos a la capilla de San Diego, en el mismo templo, cuando la terminó su hijo Pablo de Ponte, a quien se la otorgaron los frailes fraciscanos en agradecimiento por la ayuda de su padre. Tomás de Aguirre Guezala poseía una de las cuatro capillas particulares que se otorgaron del lado del Evangelio en la iglesia de San Francisco, a inicios del siglo XVII, llamada capilla de Santa Ana, donde se enterró también su mujer, María Pacheco, hija del conquistador y fundador de Guanare Juan Fernández de León. Juana Videla, fundadora del convento de monjas de la Concepción, testó en 1627 y pide: "... mi cuerpo sea sepultado en el convento del señor San Francisco, ... y mando y pido que si en algún tiempo se hiciese el convento de monjas que está tratado de hacer, mis huesos se trasladen a la iglesia de dicho convento ...". Otros prominentes vecinos también se enterraron en San Francisco. Francisco de Guevara y Rojas, en 1646, pidió en su testamento ser "sepultado en la peaña del altar de Nuestra Señora de la Cabeza, que es mi capilla ...", en el templo de San Francisco. El carpintero Francisco de Medina, en su testamento, registra: "Ítem_ Declaro que yo he tenido cuentas con el maese de campo Domingo Vásquez, y le hice una capilla en el convento de San Francisco desta ciudad, y la concertamos en quinientos pesos, que me debe, ... mas le hice dos tirantes de lazo. Y de la dicha capilla tengo obligación de entablar el coro, y echarle su barandilla dando él la madera, ... y así mismo le hice una ventana que está en la dicha capilla ...".
En 1641 el terremoto arruinó no solo el templo sino el convento donde había 40 religiosos: "... que por viejo y de altos edificios padeció mayor estrago que otro alguno, y viniéndose todo a tierra sin quedar una sola celda en que recogerse cuarenta religiosos moradores que tenía entonces, como no la tuvo en más de seis meses ..." exponía fray Francisco de la Torre Bohórquez, custodio de la provincia de Santa Cruz y Caracas en 1648 diciendo que había en esa fecha 25 religiosos viviendo en celdas mal hechas en el solar que había quedado.

En 1745 se  remodela todo  el templo, eliminándose las antiguas capillas originales que circundaban las naves laterales, y se crea así la célebre y bella Capilla de la Orden Tercera de San Francisco. En el último cuarto del s. XIX Guzmán Blanco ordena la remodelación de la antigua y venerable fachada hispana, tanto del templo como del convento, "modernizándola" al discutible estilo de su gusto. En  1882  muere el último monje franciscano rector de la Iglesia, el padre Carlos de Arrambide, quien se oponía a Guzmán Blanco, en defensa de la conservación de la fachada de la Iglesia.

EL AGRESIVO OBISPO FRAY MAURO DE TOVAR

EL AGRESIVO OBISPADO CARAQUEÑO DE DON FRAY MAURO DE TOVAR
A fines de 1640 llega a Caracas el maestro en teología don fray Mauro de Tovar, recién nombrado obispo de la provincia de Venezuela. Mezcla de Bartolomé de Las Casas con Richelieu, este obispo pasará a la historia de la ciudad por su altivez y desmesurado carácter, haciendo de su episcopado un teatro digno de Calderón de la Barca.


Fray Mauro tuvo graves pleitos con algunas de las más encumbradas familias de Caracas, excomulgando, enjuiciando, encarcelando y haciendo huir a varios de sus miembros. Los tuvo también con el gobernador Ruy Fernández de Fuenmayor (1637-1644), orgulloso y teatral personaje, a quien hará insufrible oposición. Se querelló continuamente con el cabildo y justicia de la ciudad, a cuyos integrantes trató de "patanes", y hasta peleó agriamente con los monjes mercedarios, a los que a pico y pala derribó su flamante hospicio de bahareque y paja, por tener la mala idea de intentar estos fundar su convento amparados de la mano de Fuenmayor.
Ni la Real Audiencia de Sto. Domingo, ni la jerarquía del Arzobispado pudieron someterlo, a pesar de las quejas a ellas elevadas y el rango de los afectados. Era hábil papelista: En tan absurda cantidad fueron a parar a la corte en España las demandas abiertas por las partes, las réplicas y contra réplicas de los querellantes, que el Real Consejo de Indias se vio en la necesidad de solicitar al fiscal un resumen de los pleitos, para entender sobre el caso y clarificar lo posible, resumen que sin embargo llenó otro grueso legajo.
Su obispado se caracterizó por su total amparo a los indios contra los reiterados abusos de los encomenderos. Intransigente y vertical, se le temía. La visita pastoral que hace a los pueblos de doctrina de su obispado aun está por estudiarse en documentos coetáneos. En 1651 como un general con sotana toma bajo su mando la defensa de La Guaira durante un ataque de corsarios, ante la ausencia de dirección militar por muerte en esos días del gobernador, logrando rechazarlos con éxito tras varios días de duros combates. Su iniciativa y gestiones para la creación de un aula de estudios superiores serían la base de origen del futuro Seminario de Santa Rosa, germen de la Universidad de Caracas, madre de la actual Universidad Central de Venezuela.
No se detuvo ante jerarquía o privilegios de familias poderosas de Caracas, como cuando hizo pasear a Elvira de Campos alrededor de la plaza en 1643. La rolliza Elvira de Campos ajustará los tobillos en el cepo en la cárcel episcopal y soportará flagelación pública alrededor de la plaza mayor, por un verdugo esclavo de la Iglesia: Desnuda cintura arriba, montada en un burro y coronada con un capirote de Inquisición, fue sentenciada a cumplir la pena escandalosa que le impone el obispo por -según este- encubrir el supuesto idilio incestuoso de su hijo Pedro Navarro de Villavicencio con Ximena de Ponte, su medio hermana, quien al parecer abortaba los productos de esa unión carnal para esconder la relación. La acusación se inscribió en un pleito personal por chismes propalados por este Pedro Navarro, escribano como su padrastro, quien, según parece en reacción a la investigación que inició el obispo a Navarro Villavicencio sobre sus diferencias con su esposa legítima, contraatacó propalando en corrillos la supuesta existencia de una íntima relación entre el prelado de Tovar y la rica beata María Pérez, dama de su mesa, la misma del sitio Maripérez, al noreste de la ciudad. El escándalo  fue mayúsculo. Gabriel Navarro de Campos, hijo de Elvira, exponía en 1646 sus acusaciones contra el obispo, en un alegato dado a la imprenta en la corte de Madrid:
"... porque de ordinario sale en un caballo, a la gineta, vestido muy de gala, a pasearse públicamente por la ciudad; y quando el dean don Bartolomé de Escoto estaba en Caracas, le iba acompañando en otro caballo; y se va a diferentes partes de los arrabales, a pasar carrera. Y los días de Carnestolendas junta en sus casas episcopales muchas mulatas, indias, y negras, y en los patios se pone a tirarse naranjas con ellas. Y estándose haciendo unas tapias en el lienço que mira a la plaça, se llegó a los tapiales, y dixo a los negros trabajadores que no sabian lo que hacían, y se entró en uno, con ellos, y los ayudó a obrar. Y los mas días se sale a la plaça sin sombrero, birrete, ni capa, y se está paseando al sol, dos y tres horas. Y llama a las criadas de los vecinos, y les hace agasajos, y da dineros, porque le descubran y cuenten el modo de vivir de sus amos; y se informa de las menudencias mas secretas y caseras; que todos lo sienten y mormuran, y se quexan de que afectadamente se trate de violar la inmunidad, y penetrar el sagrado y refugio natural, que Dios ha dado a cada uno en los retiros de su propia casa ...".
Lo acusaba además, de ser obispo de armas tomar, pues defendía a Santiago de León contra corsarios y piratas, cuando el gobernador Fuenmayor se ausentó a Maracaibo:  "... y la destemplada resolución de fabricar el terraplén, dándose el Obispo a pensar en fortificaciones, excede con muchos quilates de las regulares atenciones de un religioso, y de la mente episcopal ...".
Estos sucesos llenaron montañas de legajos en el Real Consejo de Indias entre las partes, aunque no impidió uniones matrimoniales entre Tovares y Pontes no relacionados con la descendencia directa del escribano Pablo, cuyo linaje se extinguió en las siguientes dos generaciones. El obispo Tovar finalmente fue precavidamente promovido a Chiapas, en el virreinato de México en 1653.
No obstante la mala prensa en su contra, fray Mauro polarizaba a su favor la sociedad; ganó muchos partidarios, algunos fanáticos seguidores. Finalmente le alcanzan las resoluciones del Consejo de Indias, que opta por alejar esa tempestad de la provincia, para evitar males mayores. Promovido al obispado de Chiapas, en la Nueva España —donde dejará huella de su iracundia también—, tras múltiples mandamientos durante dos años, para que fuera a ejercer su nuevo apostolado, sale finalmente de Caracas en 1653 y es anécdota popular que al subir en La Guaira a la lancha, para abordar su viaje, sacudió sus doradas zapatillas, ante algunos que lloraban su partida, diciéndoles: “de Caracas no quiero ni el polvo…”.
La imagen corresponde a un obispo español, pues es contemporáneo de fray Mauro y de este no se guarda, que yo sepa, retrato.

CARMELITAS SUROESTE, CASA DEL CONDE DE TOVAR

EL SOLAR DE CARMELITAS SUROESTE, CASA DEL CONDE DE TOVAR
En el célebre plano de Santiago de León de Caracas anexado al la "Información" de Pimentel al Consejo de Indias -quizás dibujado en 1581-, se registra el solar de la esquina de Carmelitas suroeste con la leyenda de "S. Mauricio", indicando la supuesta ubicación de esa ermita para la fecha. Es, al parecer, confusión del dibujante al asignarle ese solar a dicha ermita, pues la ermita de San Mauricio original, por otros datos que hemos recabado se ubicaba hacia la esquina de Llaguno sur, contiguo a la quebrada llamada luego de Leandro (o de Los Padrones), en la siguiente cuadra al oeste.
El solar de nuestro tema, Carmelitas suroeste, perteneció inicialmente a una dama de nombre Constanza de Ávila. Tuvo esta una hija natural con el conquistador y vecino Juan de Gámez, de nombre Catalina. El hecho cierto de que Pedro García de Ávila y Juan de Gámez vivieran cercanos en la misma calle, de San Jacinto a Traposos, da pie para suponer que doña Constanza de Ávila fue quizás hija de Pedro García de Ávila.
Hacia 1582 esta dama estaba casada con un Juan de Ortega, de quien tuvo una hija de nombre María de Ortega que casó con Juan de Chavarría. Viuda Constanza ese mismo año, casó al año siguiente con Pedro de Ortega, su cuñado. En 1593 se menciona su solar "sin cercar" y ese año o quizás antes era ya era fallecida.
En 1600 el solar estaba en manos de Sebastián García de Ávila, probable hermano de Constanza de Ávila. Es posible que Sebastián García de Ávila haya trocado su solar en los años siguientes con María de Zabala, viuda de un Gerónimo García, pues este será el solar que habitarán ella y su hermano Martín de Zabala en fechas posteriores y el solar previo de María Zabala en la esquina de Altagracia suroeste se registra en años sucesivos habitado a su vez por Sebastián García y sus herederos.
Carmelitas suroeste fue pues, el solar de habitación de la rica doña María de Zabala o Maria de Guido, venida de Santo Domingo con su hermano Martín de Zabala hacia 1591, mujer de mucho caudal. Declaraba en su testamento: "Casada con Gerónimo García, ... no tuvimos hijos, ni yo los tengo de herederos forzosos; ... yo llevé a poder del dicho mi marido mucha cantidad de dote, y cuando murió, no había bienes para satisfacerla [la dote] y pagarme, porque dejó muchas deudas y todas las he pagado después de su muerte ...". De su marido (quizás hijo de Pedro García de Ávila) heredó la encomienda y tierras en Torrequemada, en la serranía camino a la mar, del lado de la costa. Pidió enterrarse en San Jacinto, en la capilla de Nuestra Señora del Rosario, en la cual ella y su hermano Martín tienen reservadas sepulturas como patronos de la Cofradía del Rosario. Sobrina suya fue Mari Pérez, de cuyas tierras al noreste de la ciudad quedó el nombre en Maripérez y allí en este solar crió María de Zabala a su sobrina, Maripérez, quien era dueña del solar calle en medio al este, del cual hablamos en artículo previo. 

En 1637 don Francisco Galindo y Sayas adquiere por remate el solar y las casas de María de Zabala, según un documento de censo de 1646 en la que pone de garantía: "... Primeramente, sobre las casas de mi morada ... que hube y compré en la almoneda pública por bienes de María de Zabala; que lindan, por la parte de abajo [S], con las casas y solares del capitán Blas Correa de Benavides y sus herederos; y por la de arriba, con casas y solar de los herederos que fueron de Sancho Martínez de Urqueta [O]; y tienen por fronteras y hacen esquina con las casas del maestro de campo Domingo Vásquez de Rojas [N]; y de tiendas de María Pérez [E]; y casas del capitán Gaspar de Silva [NE], difuntos, calles reales en medio ...".
Con el tiempo -y hacia el s. XVIII- la casa y solar pasaron a manos de don Martín de Tovar y Blanco, quien es creado conde de Tobar en 1773, y construye el palacete entre 1784 y 1788, edificio que sobrevivió hasta el s. XX. Fue en su tiempo residencia del presidente don Manuel Felipe de Tovar en 1861, bisnieto del conde de Tovar, y luego sede del ministerio de Guerra y Marina. Esta casona fue derribada en 1633 y en su lugar se construyó lo que hoy conocemos como "Correo de Carmelitas".
Las imágenes corresponden una de ellas a la fachada lateral de la calle de Conde a Carmelitas, en una foto de 1930 de Luis F. Toro, y a un dibujo a plumilla de R. Oxandaberro, también de 1930 del segundo tramo de la famosa escalera del palacio del conde de Tobar, cuyos peldaños eran de una sola pieza de piedra del Ávila y su arranque del pasamanos una figura tallada, también en piedra.
Tomado de nuestro Facebook

LA PRIMERA VECINA DE LA ESQUINA DE LLAGUNO

LEONOR DE LA CUEVA, PRIMERA VECINA DE LA ESQUINA DE LLAGUNO 
El solar que ocuparon las célebres casas contiguas de don Felipe Llaguno y don Juan de Vegas (luego sede del Colegio Chávez), estuvo habitado desde casi la fundación de Santiago de León por una dama, Leonor de la Cueva, pobladora de Caraballeda y Santiago de León de Caracas desde antes de su fundación en 1568.
Su padre, Juan de La Cueva, estuvo en la fundación de El Tocuyo en 1545 y se establece en Borburata, donde la moza Leonor es testigo de la expedición naval de apoyo a la Jornada de Caracas de Juan de Salas, que de allí navega a Maiquetía con bastimentos y soldados para Losada y su conquista, en mayo de 1567. Declaraba Leonor sobre estos hechos en 1621, con "ochenta años, poco más o menos" de edad. Leonor se establece en el nuevo poblado costero de Caraballeda con su marido, Francisco López, a fines de 1567, huyendo de la destruida Borburata, quemada por el corsario francés Nicolao Valier. En 1575 aparece habitando ya su solar en Caracas, según manifiesta en años posteriores.
La historiadora Nieves Avellán de Tamayo, citando a Ismael Silva Montañés, dice: "Hacia el año 1573 había en Caracas un Francisco López, criador de ganado que presentó ante el escribano Andrés de Santa Cruz un hierro con el cual marcaba sus animales ..."  En 9 de julio de 1593, la ya viuda, Leonor de la Cueva pide legalizar su solar, que según dice posee desde 1575, y el cual se situaba "... a las espaldas de la casa de Simón Giraldo y casa de Antonio Rodríguez de San Martín, y sabana por espaldas del dicho mi solar". En realidad poseía toda la mitad oeste de la cuadra, los dos solares enteros de norte a sur, de Llaguno noreste a Cuartel Viejo sureste. Para la fecha de su declaración, 1593, la ciudad era tan corta y  poco poblada, que hacia el oeste de doña Leonor solo se extendía "la sabana...". Era ella pues la última vecina de la ciudad hacia el noroeste de la pequeña urbe.
Hacia 1602 Leonor de la Cueva vende el solar entero al norte del suyo de habitación: "... a Domingo González, zapatero, un solar que yo tengo en esta ciudad, que linda por la una parte, con solar de María de Zabala [E]; y por la otra, con solar de mí, la dicha Leonor de la Cueva [S]; y por los lados, calles reales que van a salir a la sabana ... [N] y [O]". La venta fue por 15 pesos de oro.
En 1614, pensando en su muerte, decide vender su solar en vida, aunque el nuevo propietario se hará cargo y posesión a su muerte. Leonor de la Cueva vende a Esteban Marmolejo, "... viuda, mujer que fuí de Francisco López, difunto, ... vendo a vos, Esteban Marmolejo, ... una casa pajiza con su solar ... que he y tengo en esta ciudad, donde al presente vivo, que linda por una parte con solar de los herederos de Juan del Castillo [E]; por la otra, con solar de Domingo González [N]; y por delante, calle real en medio, ... por 30 pesos de oro ...", pagaderos a quien ella dejare en su testamento.
Esteban de Marmolejo le vende en 1623 a su yerno, Juan Queipo de Aibar, el solar que había comprado de Leonor de la Cueva, indicando que la casa que contenía el solar era aun "de paja". Se vendió "... por 300 reales (sic) de a ocho, que son 2.400 reales de plata castellanos de a 34 mvs cada uno ...".
En la imagen, en primer plano, la casa de don Juan de Vegas, o Colegio Chávez y contigua al fondo, corriendo hacia la izquierda de la foto, la casa esquinera de Felipe Llaguno, antiguo Museo de Arte Colonial, en una foto de 1950, ambas demolidas.
Tomado de nuestro Facebook

LA ROPA DE LOS CONQUISTADORES DE CARACAS

Es común imaginar a los conquistadores que actuaron en la provincia de Venezuela y en particular en la conquista de Caracas como caballeros muy medievales, embutidos en relucientes corazas, cascos y medias armaduras de cintura arriba, tal como se representa -en pose formal de fundador- al capitán poblador Diego de Losada (y a sus soldados en segundo plano), en un conocido cuadro del pintor Herrera Toro.
Lo cierto es que esa vestimenta poco o nada se estiló en la conquista. Su peso y rigidez, más que defender, impedía. Desde muy temprano los castellanos que llegaron a Venezuela se dieron cuenta que contra las flechas de estos indios caribes no valía armadura, si las flechas entraban por una pierna, o en la cara, o en una mano, pues eran flechas envenenadas con una ponzoña tal que un simple razguño más o menos profundo, hecho por alguna de ellas en cualquier parte del cuerpo, era como ser picado de mapanare, o peor. Hubiérase necesitado, entonces, una armadura total, completa, tipo caballero templario, para toda la tropa tanto de a pie como de a caballo, cosa inimaginable para una milicia que debía transitar por montañas, arcabucos, breñas y ríos en medio de un sol abrasador. Las flechas que usaban los aborígenes en guerra se las conocía como flechas "de veinticuatro horas", porque el efecto de su ponzoña era tal, que quien sufriera una herida con ellas moría en ese lapso de tiempo, o antes, "rabiando, y sus carnes cayendo a pedazos...". 
El temor a morir flechado llevó a Losada en una parada de su hueste en febrero de 1567, en la Villa Rica de Nirgua, entre Barquisimeto y Valencia, a encomendarse a San Sebastián, "patrono contra las flechas" que esperaban recibir por miles en su lucha contra los indios de Caracas. Ante la perspectiva de morir así, de esta incómoda forma, entre indios "herbolarios", muchos aprendieron a cambiar el altivo casco emplumado, la coraza y el peto de acero, por el humilde "escaupil", o "sayo de armas" indiano, un burdo batolón que cubría el cuerpo y los brazos, desde la cabeza a los pies, con una rendija para los ojos, hecho de gruesas capas de algodón de lienzos usados, de diversos colores, que a la vista, hacía parecer a los soldados más como arlequines estofados al sol que milicia "del rey". En palabras del cronista y testigo fray Pedro Simón: "unas caperuzas muy viejas y mugrientas, hechas de pedazos de paños de colores, con dos o tres aforros de mantas de algodón, con hechura casi de sombreros, la copa de cuatro cuartos, cada una de su color, y la falda que ceñía a la redonda de otros cuatro colores, que verla era más materia de risa y entretenimiento que de confianza para alguna defensa y ... la estimaban más gorras de terciopelo ..."
El bizarro aspecto de estos conquistadores quedó registrado para la historia en el sardónico comentario que de ellos hizo el Tirano Lope de Aguirre, venido del Perú en 1561, y no acostumbrado a ver tal estampa, creyéndolos en la miseria, al escribir al rey su célebre carta de rebeldía eterna, desde Valencia: "... porque en las muestras que en la tierra hemos visto, nos han puesto alas y espuelas para no parar en ella, que por unas caperuzas y lanzas -que por huir unos soldados de Usted dejaron en el camino-, hemos visto cuán medrados están los demás..."
No obstante, estos burdos "sayos de armas" eran tan efectivos para los conquistadores de Venezuela, contra las flechas, que a veces sus múltiples colchas de algodón grueso resistían hasta las balas de los arcabuces de aquella época, como lo hicieron en esa oportunidad, irónicamente, contra las de Aguirre, en su derrota en Barquisimeto, bajo el mismo principio del chaleco multicapa antibalas moderno.
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sábado, 8 de febrero de 2014

BARTOLOMÉ DE AÑASCO, MAESTRO DE ALBAÑIL

BARTOLOMÉ DE AÑASCO (1583-1646) MAESTRO DE ALBAÑIL, ALARIFE DE LA CIUDAD
Los albañiles, carpinteros y herreros eran muy importantes en la Caracas que crecía sin pausa desde su fundación en 1568. Sus conocimientos especializados -y a la vez prácticos- los distinguía del resto de otros oficios como eran los de orfebres, espaderos, silleros, curtidores, plateros o maestros "de párvulos", pues ellos eran de alguna manera los que hacían la ciudad. Muy pocos dominaban el arte de la medición de tierras o solares, el replanteo de rectas o alturas, con estaca, cuerda y plomada, la erección de muros de tapia con esquinas de cal y ladrillo -de "rafas"- que las sostuvieran. Su labor era apreciada y respetada. 

Cuando Diego de Losada funda Santiago de León, no había albañil o alarife entre su tropa a quien encomendarle la tarea, por lo que tuvo que acudir a uno de sus capitanes, Diego de Henares, hombre instruido quien afortunadamente sabía algo de topografía y el planteo de esquinas rectas, y así, se encargó y trazó las calles y cuadras iniciales del nuevo poblado hispano, a cordel y estaca. Años después esta labor civica fundacional la alegarían los descendientes de Henares en probanzas y testimonios para obtener mercedes como servicio al rey de su antepasado.
Uno de los maestros albañiles más destacados de la primera mitad del s. XVII fue Bartolomé de Añasco, a quien el cabildo nombra con el tiempo alarife oficial de la ciudad. Natural de León, Castilla la Vieja, España, hijo de Pedro Fernández de Añasco y de Francisca Ramiro de León; en 1621 declaró 38 años de edad por lo que habría nacido alrededor de 1583. Hay un registro en escribanías de 1610 en que se obliga Alonso García Pineda con Bartolomé de Añasco, "oficial de albañil". Su actividad entre ese año y 1646, cuando muere, es incesante y muchas veces registrada en documentos. 
En 1616 Juan Rodríguez Espejo vende a Bartolomé de Añasco el solar que será en adelante su lugar de habitación: "... un solar mío, que yo he y tengo en esta ciudad, que hube de Cristóbal Gil; que linda con solar de Francisco de Rebolledo [O]; y va corriendo hasta la calle real que atraviesa por delante de Pedro Blanco [NE]; y por la parte de abajo, la sabana, por precio y contía de 20 pesos de oro fino ..."
Este solar se ubicaba en Traposos suroeste, calle en medio al sur del solar donde con el tiempo estaría la Casa Natal del Libertador. Hacía esquina con don Pedro Blanco Gerardts, para la fecha viudo y vuelto cura presbítero, prominente personaje que habitaba en Traposos noreste, en el solar que había comprado y donde con el tiempo se ubicaría el restaurat La Atarraya. 
Añasco construye allí pues, su casa, como buen albañil, y al testar dividirá su solar de este a oeste, legándole el semisolar norte a una de sus hijas y el semisolar sur a sus dos hijos varones. Como bien dice el documento de compra, al sur de su solar, en 1616, solo había "la sabana" de la ciudad...

Los solares restantes que rodeaban a Añasco, pertenecían a los herederos de Francisco Rebolledo, a quien el cabildo le había otorgado tres de cuatro solares en esa cuadra, a cambio del solar donde se construyó el templo de San Francisco. Antonio de Bolívar y Rojas, hijo de Simón de Bolívar el mozo, había casado con Leonor de Armendáriz o de Rebolledo, hija de Francisco, y hacia 1623 habitaba el solar al sur de Bartolomé de Añasco. En esta misma fecha instaba el procurador del cabildo a que se nombrase alarife publico para que "... midan los solares y quadras que se proveen en este cabildo, para que sean todas iguales, y lo mismo las calles, con lo qual cesarán los perjuicios que por esta causa resultan ..." Para esta fecha se hace Añasco, entonces, alarife oficial de la ciudad, nombrado por el cabildo.
Los albañiles tenían jerarquía, según su experiencia y sapiencia. Había el aprendiz o ayudante, el oficial, el maestro. Para ejercer su labor debían ser examinados por el cabildo. El alarife, del árabe: "el experto" era eso, un albañil reconocido oficialmente. "Los alarifes de la ciudad emitían 'pareceres' o dictámenes acerca de asuntos que les encomendaba los regidores; acompañaban a los comisarios en la 'vista de ojos' a algunas obras controvertidas, ... así como a las cañerías de agua de beber, y proponían los reparos que se habían de hacer en los edificios de la ciudad." Muchas veces su actividad y la del carpintero iban coordinadas y concertadas. 
La actividad de albañil y alarife de Añasco fue incesante. En documentos de compra venta de solares se lee: "el cual [medio solar] está medido por Bartolomé de Añasco, alarife señalado, con pabilo y piedras, y según ansí lo midió ..."  A pesar de que muchas casas aun se techaban de paja, eran hechas al estilo y uso de Castilla, con ventanas altas y ya no de bahareques como se hicieron inicialmente, sino de tapias y rafas entre ellas. Alonso Tello, en su testamento en 1635 declaraba: "Item. _ Declaro que Bartolomé de Añasco me ha hecho toda la obra de albañilería que ha sido necesaria en estas casas de mi morada, excepto el texado y la portada, a cuenta de lo cual le he dado y pagado ciento y tantos pesos como parecerá ... que se ajuste y se le pague el resto que se le debiere ..."


Bartolomé de Añasco nunca casó, sus hijos fueron todos naturales y mestizos. Tuvo un hijo en 1611, de nombre Lázaro, otro de nonbre Francisco de Añasco. Una hija Juana de Añasco casó en 1634 con Juan García, de la villa de Jimena, España. Esta debe haber fallecido antes que Bartolomé, pues no la menciona en su testamento. Su hija María de Añasco casó con Juan de Turuégano Aljofrín en 1634 y Ana Inés Ramiro casó con Andrés Rodriguez, de Jerez, España.

En 1641, para el matrimonio de su hija, Ana Inés Ramiro, con Andrés Rodríguez, natural de Jerez, España, Bartolomé de Añasco la dota así: "Primeramente, las casas de mi morada, en que al presente vivo, cubiertas de teja; todo lo que coje de latitud el solar, con la portada [S]; y de longitud hasta lindar con el solar de los menores de Francisco de Rebolledo [O]; las quales dichas casas le doy y se entiende que la dicha data es al fin de mis días, las quales le doy en cantidad de dos mil pesos de a 8 reales ..." Al mencionar "la portada" se está refiriendo no a un simple portón, sino a un portal de piedra.
Tuvo otro solar adicional en Camejo suroeste, el cual lega a sus nietas, hijas de su hija fallecida.

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EL PRIMER CENTRO COMERCIAL, 1635

EL PRIMER CENTRO COMERCIAL DE LA CIUDAD LO HACE MARIPEREZ EN 1635
La solterona "doncella" María Pérez era una mujer rica desde su niñez, por sus padres difuntos, quienes le habían dejado cuantiosos bienes de fortuna. Era sobrina de los hermanos María y Martín de Zabala, quienes la habían criado en su orfandad, ricos vecinos habitando la esquina de Carmelitas suroeste, donde hoy se halla el Correo de Carmelitas. Doña María Pérez Hereda los bienes y fortuna de María de Zabala, que muere al año siguiente, sin sucesión. 

En 1618 María Pérez se quejaba que su capital patrimonial heredado de sus padres difuntos -y puesto a préstamo- era casi incobrable, y caían en pleitos, "... por cuanto las personas con que los trato, y que me deben los dichos réditos, los más de ellos son regidores y deudos de regidores, personas favorecidas y de tal manera que no puedo ... ni menos cobrar lo que se me debe ..." 

María Pérez muere en el terremoto de San Bernabé de 1641. Unas tierras suyas dieron nombre al sitio caraqueño de Maripérez. José Antonio Calcaño, sin ofrecer la fuente, afirma que Maripérez para el momento de su muerte poseía "una hermosa casa frente al convento de San Jacinto ...". Es posible que se tratara de la casa de los Gámez, calle en medio al norte de San Jacinto, hipotecada a ella, quizás.
Agrega Calcaño: "El rostro de Maripérez fue conservado para la posteridad, junto con el de fray Mauro, por aquel pobre pintor de brocha gorda de aquellos tiempos, el gallego Mauricio Robes, quien, cuando no estaba dando lechada o azulín a algún muro, gustaba de ponerse a pintar cuadros, bastante feos al decir de la gente, los cuales vendía luego. Se sabe que pintó una Huída a Egipto, una Oración en el Huerto y un retablo del Martirio de San Esteban, que años mas tarde se colgó de los muros de la catedral y en cuyo fondo se veía al obispo Tovar dando la bendición con la custodia, en compañía de Maripérez."
Encargada y custodia fue Mari Pérez de las joyas y mantos de las imágenes de la Virgen del Rosario de San Jacinto y de Nuestra Sra. de la Candelaria, en la catedral. Era dueña del solar de Carmelitas sureste, calle en medio del de sus tíos los Zabala, el cual hacia 1635 permanecía "calmo y yermo". Maripérez decidió darle utilidad a este solar. En un concierto para construir tiendas en el solar de doña María Pérez, don Felipe Martínez de Villegas acuerda:
"...con María Pérez ... doncella residente en esta dicha ciudad ... que ambos están convenidos y contentados en tal manera que el dicho don Felipe Martínez se obliga de labrar y edificar a la susodicha, y en un solar que tiene, haciendo esquina con casas y solar de los herederos de Gaspar de Silva y de Pedro de Amaya Bastidas y casas de Martín de Zabala, lindes calle real en medio, quatro tiendas de veinte tercias de largo cada una, y diez y ocho de ancho, de tapia en medio; por la calle, de cuatro tapias, y por en medio, de seis de alto; y los corredores de diez y seis pies de ancho; y los pilares que fueren necesarios conforme la obra y distribución de las dichas tiendas y aposentos del corredor, que han de ser de tapias, todo de ladrillo y medio; con las rafas necesarias de ladrillo, piedra y cal, con sus sardineles de ladrillo en el corredor; para lo cual, ha de abrir los cimientos del fondo y ancho necesario, conforme la obra, a arbitrio del albañil, haciendo la tierra y poniendo la piedra, ladrillo y cal necesaria; la cual tierra se ha de hacer del mismo solar, poniendo la caña, teja y ladrillos que fuera menester y lo demás hasta cubrir la dicha obra, la cual no ha de ir encalada, ni enladrillada.
Y la dicha María Pérez ha de poner para ella la madera, clavazón, puertas y ventanas, y pagar albañil y carpintero, y cercar y dividir los patios a su costa, dando los peones necesarios para la obra de carpintería y albañilería que hubieren menester los maestros; que todo lo demás arriba declarado queda a cargo del dicho don Felipe Martínez de Villegas, el cual le hace la dicha obra por precio y quantía de 850 pesos de a 8 reales ..."

Hizo pues, al parecer, el primer centro comercial registrado de Caracas, definitivamente.

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HERREROS DE CARACAS


Los herreros y cerrajeros en Caracas, oficios muy apreciados, estuvieron presentes en la ciudad desde su fundación. El herrero hacía las balas de los cañones, arcabuces y mosquetes, los estribos y riendas de las bestias mulares y caballos, las puntas de lanzas. En la vida civil hacía bisagras, clavos, y aldabas para las casas, rezones de arados, tacices, machetes y calabozos para la agricultura.
Entre los herreros más antiguos de Santiago de León era uno Melchor Hernández, quizás el mismo que figura en la lista de conquistadores de Caracas de Oviedo y Baños. Si es así probablemente no quedó vecino de la ciudad en los primeros años: En 1571 un Melchor Hernández "casado con hija de Manuel de Mederos" se registra vecino de El Tocuyo. En 1574 también en El Tocuyo moraba un Melchor Hernández, herrero. 
Nace hacia 1548. Casó con María Mayor. Tuvo al menos 4 hijos. Se dice que aun vivía en 1616.Su solar se ubicaba colindante al sur del templo de San Francisco, en Pajaritos noroeste, el cual había intercambiado con Francisco de Carvajal, que quedó con el suyo inicial ubicado en la esquina de Muñoz sureste. En 1608 declaraba como testigo haber conocido mucho a Francisco de Madrid, conquistador de Caracas, y haber participado con él en algunas entradas.
En un poder que otorga Melchora Luisa Hernández en 1613 declara: "... casas y medio solar que yo, la dicha Melchora Luisa, tengo en compañía del dicho Melchor Hernández, mi padre; que la dicha casa está cubierta de tejas y con todo lo demás que en ella se ha edificado que le pertenece; que linda de la una parte con solar de Antonio Ortiz y por detrás con solar de Hernando Bermudo de Villacreces, y por otra parte con solar del convento de San Francisco".
El capitán Sebastián Díaz de Alfaro, célebre fundador de San Sebastián de los Reyes en 1585 -y vecino con solar en la plaza mayor de Santiago de León, en la esquina de Monjas noroeste donde actualmente está el edificio La Francia-, declaraba en 1600 tener en su solar una fragua y herrería en una parte de su casa. Otra herrería funcionaba en la esquina de Traposos sureste, propiedad del flamenco Pedro Blanco Geraerdts, vecino casado con Beatriz de Ponte y otra  más en la esquina de Muñoz noreste, de Alonso Rodríguez Santos.
En 1607 se obliga un Melchor González, "oficial de herrero", a pagar al cabildo, que se lo ha otorgado con pensión "un solar que tiene ... que linda con solar de Francisco de Medina, por detrás, hacia la quebrada que llaman Catuche ... en 11 reales cada un año ..."
En Traposos noroeste (el solar de la Casa Natal del Libertador), vivió unos años otro herrero, Juan Muñoz, que muere antes de 1623. La mujer de Juan Muñoz, Isabel Díaz era quizás hermana de Francisco Díaz de Aguirre, cerrajero, casado con Ana Quintero quien vivía en el medio solar colindante con Cristóbal de Soto al norte, en San Jacinto suroeste.
A Muñoz se le menciona como testigo en un matrimonio en 1596, en un convenio para adiestrar un esclavo de Garci González de Silva en 1597, en otro similar en 1598 con Juan Martínez de Videla y ese mismo año otro convenio similar con Melchor de Castro, y como herrero en la Lista de Derrama de 1602, así como en escribanías de 1604. En 1599 le pagan los oficiales reales 148 reales en perlas, por la hechura de 37 balas, a 4 reales cada una, "para la artillería del puerto de La Guaira desta ciudad ...". Pudo ser el herrero de la fragua de Sebastián Díaz de Alfaro, pues este apadrina su hijo Antonio en 1601.

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1640 LA REAL PROVISIÓN DE AGUA AL DEÁN DESCOTO

Real Provisión del Agua solicitada al rey en 1640, a favor del deán de la catedral de Caracas, don Bartolomé de Escoto, en la que su procurador, Bartolomé de Castro Aguiar, pedía se emitiese a favor del deán otra igual a una provisión real dada previamente a la iglesia Catedral. El esquema anexo muestra, según nuestras investigaciones, el recorrido de la acequia desde su entrada a las cuadras viniendo de la caja de agua, y los vecinos y solares por donde pasaba, para la fecha. 
Pedía el  procurador:
"... digo que Vuestra Alteza fue servido de despacharme su Real Provisión, a pedimento del dean, cabildo y prebendados de la dicha iglesia para que dexaren libremente -los vecinos anteriores con viviendas- correr la acequia del agua que pasa por sus casas, para que gozase de ella la dicha iglesia de ordinario para sus fábricas, y los capitulares sucesivos para sus casas, sin que la detuviesen, ni divertiesen, maliciosamente. 
Y es así que el dicho mi parte tiene su casa y vivienda en diferente calle, por donde corre así mismo otra acequia de agua, diferente que la contenida en la dicha Real Provisión; y los vecinos anteriores a la casa de mi parte, que son: María Cobos, Juan Sánchez Borrego, Agustín Gutiérrez de Lugo, Juan de Torres Maldonado, Luis de Ledesma, Melchor de la Riva, Domingo de Liendo y Pedro de Liendo detienen el agua de la dicha acequia en las dichas sus casas y guertas, y la divierten en sanjas del curso ordinario para que se detenga, de que recibe mucho daño y perjuicio el dicho dean mi parte y su casa por faltar el agua para el servicio della, y no se puede valer de la dicha Real Provisión despachada por V. A., por hablar con diferentes vecinos y ser diferente el agua y acequia.
A Vuestra Alteza pido y suplico se sirva de hacer merced a mi parte de que se le despache Provisión Real e con graves penas mandando a todas las personas que tengo referidas dexen correr libremente el agua de la acequia que pasa por sus casas, sin divertirla, ni detenerla, para que el dicho mi parte pueda gozar de ordinario en su casa de la dicha agua ..."


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JULIANA, LA ESCLAVA "LENGUA" DE LA CONQUISTA

Entre las mujeres que fueron testigos y aún más, sirvieron en la conquista de Caracas, Juliana Hernández, negra esclava, destaca.
En 1623, en una petición de registro de su solar y casa, Juana Enriquez, que se declara hija de "Juliana Hernández, morena, lengua de la conquista", alega: "... digo que la dicha mi madre ha más de quince años que poseyó, e yo poseo por ella, una casa y solar en que al presente vivo con muchos hijos que sustento, la cual dicha casa y solar en la tal posesión no ha habido jamas contradicción de persona alguna y como la dicha mi madre murió no se en que forma la tuvo y tengo, si fue por compra o por otra manera, por ser yo ignorante de mi derecho ... y por haber la dicha mi madre acudido en esta república y conquista desta provincia por lengua intérprete della, que los tales intérpretes son de mucha causa de buenos efectos en la pacificación -y esto sin premio alguno-, y después de acabada la dicha conquista así mismo sirviendo el dicho oficio con los señores gobernadores y justicias en las visitas, pasando muchos trabajos, y en esta ciudad sirviendo así mismo de partera, en la gente principal della ..." 


Al parecer, Juliana, como esclava estuvo en la retirada del asentamiento hispano de El Collado, en la costa de Caracas, cuando Lázaro Vásquez abandona en 1562 o 1563 el poblado fundado por Fajardo, por el acoso a que lo sometieron los indios tras la quema de San Francisco de Caracas: "el dicho capitán Fajardo con algunos soldados se fue a la Margarita, y el dicho Lázaro Vásquez y Fernando Martín, su amo, con esta testigo y otros soldados se fueron a la Borburata, en una piragua ...". Había aprendido la lengua de los indios de la costa de Caracas mientras el asentamiento existió, y de allí su utilidad en la próxima jornada de conquista que hizo Losada unos años después.
Obtenida su libertad quizás por estos servicios, vivió como negra libre en un pedazo de solar, que le hizo donación Martín Alonso (o Afonso, como a veces se le registra), conquistador y criado de Losada, al sur del suyo propio ubicado en Bolsa suroeste. Se menciona por primera vez el solar de Juliana Hernández en este año, en una petición de cuadra al cabildo. Su solar se ubicaba entonces en la esquina de Mercaderes noroeste, dado a ella por Martín Alonso y era al parecer medio solar. 
Por ser Juliana de las primeras pobladoras se acudía a ella para testimonios y probanzas. De la salida de Borburata en mayo de 1567 de Juan de Salas y otros soldados a socorrer a Losada en su Jornada de Caracas, declaraba: "... vio esta testigo cómo salió Lázaro Vásquez de la dicha Borburata por la mar, en piraguas, con soldados a su costa, con armas y municiones y se vino a encontrar con el dicho capitán Diego de Losada en Maiquetía ..."
Mariana de Vera, hija de Martín Alonso, en 1617 declaraba entre sus bienes: "Un pedazo de solar que a la susodicha [Mariana de Vera] se le entregó con otros bienes por indiviso, como a uno de los herederos que son y quedaron por fin y muerte de Martín Alonso y Ana de Vera ... que linda, por la parte de arriba, con solares que quedaron por fin y muerte de los dichos Martín Alonso y Ana de Vera, que yo vendí a Gaspar de Rocha, vecino; y por la parte de abajo, con medio solar del capitán Onofre Carrasquer, que antes era de Juliana, negra libre, a quien el dicho Martín Afonso se lo había dado, y la dicha Juliana negra lo vendió al dicho Gaspar de Rocha, y el dicho Gaspar de Rocha al dicho Onofre Carrasquer ..."
Hacia 1608 ya el cabildo le había dado informalmente a la negra Juliana un solar en las afueras de la ciudad, en la esquina de Coliseo noroeste, en donde vivía con su hija Juana Enriquez. Pedía en esa ocación el contador Bernabé de Oñate Mendizábal: "un solar ... linda con el que se dio a Juliana, de color morena, hacia el levante, el cual está yermo y calmo ..."
La imagen miuestra una mujer negra en un trapiche del caribe Inglés a fines del s. XIX.
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