EL AGRESIVO OBISPADO CARAQUEÑO DE DON FRAY MAURO DE TOVAR
A fines de 1640 llega a Caracas el maestro en teología don fray Mauro de Tovar, recién nombrado obispo de la provincia de Venezuela. Mezcla de Bartolomé de Las Casas con Richelieu, este obispo pasará a la historia de la ciudad por su altivez y desmesurado carácter, haciendo de su episcopado un teatro digno de Calderón de la Barca.
A fines de 1640 llega a Caracas el maestro en teología don fray Mauro de Tovar, recién nombrado obispo de la provincia de Venezuela. Mezcla de Bartolomé de Las Casas con Richelieu, este obispo pasará a la historia de la ciudad por su altivez y desmesurado carácter, haciendo de su episcopado un teatro digno de Calderón de la Barca.
Fray Mauro tuvo graves pleitos con algunas de las más encumbradas familias de Caracas, excomulgando, enjuiciando, encarcelando y haciendo huir a varios de sus miembros. Los tuvo también con el gobernador Ruy Fernández de Fuenmayor (1637-1644), orgulloso y teatral personaje, a quien hará insufrible oposición. Se querelló continuamente con el cabildo y justicia de la ciudad, a cuyos integrantes trató de "patanes", y hasta peleó agriamente con los monjes mercedarios, a los que a pico y pala derribó su flamante hospicio de bahareque y paja, por tener la mala idea de intentar estos fundar su convento amparados de la mano de Fuenmayor.
Ni la Real Audiencia de Sto. Domingo, ni la jerarquía del Arzobispado pudieron someterlo, a pesar de las quejas a ellas elevadas y el rango de los afectados. Era hábil papelista: En tan absurda cantidad fueron a parar a la corte en España las demandas abiertas por las partes, las réplicas y contra réplicas de los querellantes, que el Real Consejo de Indias se vio en la necesidad de solicitar al fiscal un resumen de los pleitos, para entender sobre el caso y clarificar lo posible, resumen que sin embargo llenó otro grueso legajo.
Su obispado se caracterizó por su total amparo a los indios contra los reiterados abusos de los encomenderos. Intransigente y vertical, se le temía. La visita pastoral que hace a los pueblos de doctrina de su obispado aun está por estudiarse en documentos coetáneos. En 1651 como un general con sotana toma bajo su mando la defensa de La Guaira durante un ataque de corsarios, ante la ausencia de dirección militar por muerte en esos días del gobernador, logrando rechazarlos con éxito tras varios días de duros combates. Su iniciativa y gestiones para la creación de un aula de estudios superiores serían la base de origen del futuro Seminario de Santa Rosa, germen de la Universidad de Caracas, madre de la actual Universidad Central de Venezuela.
No se detuvo ante jerarquía o privilegios de familias poderosas de Caracas, como cuando hizo pasear a Elvira de Campos alrededor de la plaza en 1643. La rolliza Elvira de Campos ajustará los tobillos en el cepo en la cárcel episcopal y soportará flagelación pública alrededor de la plaza mayor, por un verdugo esclavo de la Iglesia: Desnuda cintura arriba, montada en un burro y coronada con un capirote de Inquisición, fue sentenciada a cumplir la pena escandalosa que le impone el obispo por -según este- encubrir el supuesto idilio incestuoso de su hijo Pedro Navarro de Villavicencio con Ximena de Ponte, su medio hermana, quien al parecer abortaba los productos de esa unión carnal para esconder la relación. La acusación se inscribió en un pleito personal por chismes propalados por este Pedro Navarro, escribano como su padrastro, quien, según parece en reacción a la investigación que inició el obispo a Navarro Villavicencio sobre sus diferencias con su esposa legítima, contraatacó propalando en corrillos la supuesta existencia de una íntima relación entre el prelado de Tovar y la rica beata María Pérez, dama de su mesa, la misma del sitio Maripérez, al noreste de la ciudad. El escándalo fue mayúsculo. Gabriel Navarro de Campos, hijo de Elvira, exponía en 1646 sus acusaciones contra el obispo, en un alegato dado a la imprenta en la corte de Madrid:
"... porque de ordinario sale en un caballo, a la gineta, vestido muy de gala, a pasearse públicamente por la ciudad; y quando el dean don Bartolomé de Escoto estaba en Caracas, le iba acompañando en otro caballo; y se va a diferentes partes de los arrabales, a pasar carrera. Y los días de Carnestolendas junta en sus casas episcopales muchas mulatas, indias, y negras, y en los patios se pone a tirarse naranjas con ellas. Y estándose haciendo unas tapias en el lienço que mira a la plaça, se llegó a los tapiales, y dixo a los negros trabajadores que no sabian lo que hacían, y se entró en uno, con ellos, y los ayudó a obrar. Y los mas días se sale a la plaça sin sombrero, birrete, ni capa, y se está paseando al sol, dos y tres horas. Y llama a las criadas de los vecinos, y les hace agasajos, y da dineros, porque le descubran y cuenten el modo de vivir de sus amos; y se informa de las menudencias mas secretas y caseras; que todos lo sienten y mormuran, y se quexan de que afectadamente se trate de violar la inmunidad, y penetrar el sagrado y refugio natural, que Dios ha dado a cada uno en los retiros de su propia casa ...".
Su obispado se caracterizó por su total amparo a los indios contra los reiterados abusos de los encomenderos. Intransigente y vertical, se le temía. La visita pastoral que hace a los pueblos de doctrina de su obispado aun está por estudiarse en documentos coetáneos. En 1651 como un general con sotana toma bajo su mando la defensa de La Guaira durante un ataque de corsarios, ante la ausencia de dirección militar por muerte en esos días del gobernador, logrando rechazarlos con éxito tras varios días de duros combates. Su iniciativa y gestiones para la creación de un aula de estudios superiores serían la base de origen del futuro Seminario de Santa Rosa, germen de la Universidad de Caracas, madre de la actual Universidad Central de Venezuela.
No se detuvo ante jerarquía o privilegios de familias poderosas de Caracas, como cuando hizo pasear a Elvira de Campos alrededor de la plaza en 1643. La rolliza Elvira de Campos ajustará los tobillos en el cepo en la cárcel episcopal y soportará flagelación pública alrededor de la plaza mayor, por un verdugo esclavo de la Iglesia: Desnuda cintura arriba, montada en un burro y coronada con un capirote de Inquisición, fue sentenciada a cumplir la pena escandalosa que le impone el obispo por -según este- encubrir el supuesto idilio incestuoso de su hijo Pedro Navarro de Villavicencio con Ximena de Ponte, su medio hermana, quien al parecer abortaba los productos de esa unión carnal para esconder la relación. La acusación se inscribió en un pleito personal por chismes propalados por este Pedro Navarro, escribano como su padrastro, quien, según parece en reacción a la investigación que inició el obispo a Navarro Villavicencio sobre sus diferencias con su esposa legítima, contraatacó propalando en corrillos la supuesta existencia de una íntima relación entre el prelado de Tovar y la rica beata María Pérez, dama de su mesa, la misma del sitio Maripérez, al noreste de la ciudad. El escándalo fue mayúsculo. Gabriel Navarro de Campos, hijo de Elvira, exponía en 1646 sus acusaciones contra el obispo, en un alegato dado a la imprenta en la corte de Madrid:
"... porque de ordinario sale en un caballo, a la gineta, vestido muy de gala, a pasearse públicamente por la ciudad; y quando el dean don Bartolomé de Escoto estaba en Caracas, le iba acompañando en otro caballo; y se va a diferentes partes de los arrabales, a pasar carrera. Y los días de Carnestolendas junta en sus casas episcopales muchas mulatas, indias, y negras, y en los patios se pone a tirarse naranjas con ellas. Y estándose haciendo unas tapias en el lienço que mira a la plaça, se llegó a los tapiales, y dixo a los negros trabajadores que no sabian lo que hacían, y se entró en uno, con ellos, y los ayudó a obrar. Y los mas días se sale a la plaça sin sombrero, birrete, ni capa, y se está paseando al sol, dos y tres horas. Y llama a las criadas de los vecinos, y les hace agasajos, y da dineros, porque le descubran y cuenten el modo de vivir de sus amos; y se informa de las menudencias mas secretas y caseras; que todos lo sienten y mormuran, y se quexan de que afectadamente se trate de violar la inmunidad, y penetrar el sagrado y refugio natural, que Dios ha dado a cada uno en los retiros de su propia casa ...".
Lo acusaba además, de ser obispo de armas tomar, pues defendía a Santiago de León contra corsarios y piratas, cuando el gobernador Fuenmayor se ausentó a Maracaibo: "... y la destemplada resolución de fabricar el terraplén, dándose el Obispo a pensar en fortificaciones, excede con muchos quilates de las regulares atenciones de un religioso, y de la mente episcopal ...".
Estos sucesos llenaron montañas de legajos en el Real Consejo de Indias entre las partes, aunque no impidió uniones matrimoniales entre Tovares y Pontes no relacionados con la descendencia directa del escribano Pablo, cuyo linaje se extinguió en las siguientes dos generaciones. El obispo Tovar finalmente fue precavidamente promovido a Chiapas, en el virreinato de México en 1653.
No obstante la mala prensa en su contra, fray Mauro polarizaba a su favor la sociedad; ganó muchos partidarios, algunos fanáticos seguidores. Finalmente le alcanzan las resoluciones del Consejo de Indias, que opta por alejar esa tempestad de la provincia, para evitar males mayores. Promovido al obispado de Chiapas, en la Nueva España —donde dejará huella de su iracundia también—, tras múltiples mandamientos durante dos años, para que fuera a ejercer su nuevo apostolado, sale finalmente de Caracas en 1653 y es anécdota popular que al subir en La Guaira a la lancha, para abordar su viaje, sacudió sus doradas zapatillas, ante algunos que lloraban su partida, diciéndoles: “de Caracas no quiero ni el polvo…”.
La imagen corresponde a un obispo español, pues es contemporáneo de fray Mauro y de este no se guarda, que yo sepa, retrato.
Tomado de nuestro Facebook
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